tus dedos carnívoros
y tu barba que acude
a nuestro lecho
de piel y de palabras.
Mis manos carnívoras
mi boca carnívora
y tu sexo anhelante
deshaciendo rosas que arden
en mi vientre de ceniza.
Un bosque lejano que retumba
y una certeza que no llora
palpitan en tu mirada
que me reintegra a la virginidad.
Las mañanas persisten.
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