Hay que pasar por todo:
la magia patética del deseo,
vacilaciones, confusiones,
testarudez también, un poco.
La vida tornada en ese
o este
almacenar miserias propias
o ajenas.
Esta canción hecha de ruido.
Este arrugarse dentro de un tiempo
impreciso
donde ya no suena para mí
la voz de mi padre
llamándome al hogar.
Hay que pasar por todo:
grandes dosis de generosidad,
ir cambiando
lo mejor que se puede.
Meterse en la cama
con el alma de las cosas
-esa luz en
los ojos
que filtran
las glicinas-.
Ternuras, olvidos,
algún que otro rencor
y ese mundo hecho de sombras
donde nada el pensamiento
a quien la cronología de los hechos
ni la muerte
le incumben.
Hay que pasar por todo
antes de ver estallar
-fuego verde
de las hojas del sauce-
a tan sólo un paso
una piedra pulida: el asombro
que siempre regresa.
¿Es su aparición una burla
o es casual?
El desorden lo habita.
Un intento de comprensión lo aniquila.
El exceso de sentido lo neutraliza.
Los caballos colosales de la ilusión
se desbocan allí.