sábado, 19 de mayo de 2018

Paréntesis X



Te amé,
extraño arrepentido,
te amé en contra de tu voz,
de tus besos, de tus manos.

Te amé, extraño mío
y no pude someter tus heridas,
esos pequeños lobos,
guachos y hambrientos.
Te amé a contratiempo,
con la cintura amordazada,
mi cintura que no supo no pudo
aliviar tus párpados cerrados,
aún en el beso,
aún en el éxtasis.

Te amé, peregrino mío y
no logré desnudar tu lengua,
endulzar tu lengua calmar tu lengua,
no logré
desatar esas caricias, esos nudos
de tus manos, de tus ojos.
No logré conmover ese miedo
apretado en tus puños
en tus dientes, en tus dedos,
en tu pecho.

Te amé, secreto mío 
y no te alcancé.

No te alcancé, hombre sombra,
tan alto vos
tu cuerpo todo, tan altas
tu boca tu garganta tu mirada,
que no pude calmar tus pupilas,
no pude no supe, iluminar tu voz.

No te logré, no te rocé,
no te basté no te llegué,
no te alcancé no te escalé,
no llegué a tu cima: a vos,
velado, anónimo, insondable mío.

No merecí desnudar tu piel,
liberar
tu alma tu tormento, por un rato o
durante una hora,
o un eclipse, o un río,
liberarla                                                          
en la palma de mis manos,
soltarla entre mis muslos.

No te alcancé, peregrino extraño. 
Ya no podré guardar la imagen
de tu alma
en una cajita, junto a este secreto
tan pobre
que es solo mío,
guardarla para alumbrar inviernos
o lágrimas o risas,
guardarla a salvo del horror
en una cajita pequeña y transparente

te amé, amor que no fuiste mío,
ayer nomás, por la mañana
te amé
y no pude amanecerte.

1 comentario: